martes, 31 de diciembre de 2013

Si fueras real, sería más fácil 2013

Ilustración de Carmen Soler (aquí)

Casi me ganas el pulso, querido 2013. Casi. Pero hice esa táctica extraña, de hacer como que te dejaba ganar por un momento, para ganarte la partida. Aunque te quedaste con muchas cosas...
¡Qué fácil sería que los años tuvieran vida, y poder enterrarlos en la basura, o culparles cuando se llevaron cosas preciosas...!
¡Qué maravilloso sería guardarlos en cajas de colores y recordar los mejores, con todos sus detalles, al abrirlas!
Sin embargo, querido 2013, sigamos jugando a que puedo guardarte o enterrarte. Te has ganado un hueco en el vacío que tengo, para recordarte y recordarme. Para no olvidar que a veces se pierde... y otras te duele la tripa de tanto reírme.

Hoy estoy melancólica... Porque ahora tengo tiempo de respirar, porque ya no estoy 14 horas fuera de casa, ni llego agotada. Ahora me acuesto de madrugada con alguna Ambar de más, un poco de tapeo de aquí y de allá... Ahora respiro hondo y sin contaminación... Ahora siento que el tapón que puse en mi pecho, fluye hacia fuera, queriendo salir, cuando paro, cuando me desvanezco en el ruido, cuando ya no miro más allá... Ojalá fueras real 2013, para gritarte y llorarte e intentar hacer un trato contigo. Y que me devuelvas un poco de todo lo que tú y yo sabemos... He ahorrado, en especias, en risas, en sonrisas, en miradas, en cosas buenas de la vida, para hacer un intercambio. Yo te cambio mi tiempo, 2013, por el que me has quitado sin avisar...
Es un buen trato, y siempre lo voy a tener sobre la mesa.

Sin embargo, acabaré recordando las risas, los logros obtenidos, las metas alcanzadas, las cosas bonitas que creé y creí. Lo sé, porque también me has enseñado, que pasa el tiempo, y una siempre acaba recordando las cosas bonitas, con alguna que otra pequeña espinilla.

Pero como no eres una persona, como no eres ni un ente ni un ser divino, querido 2013, sé que acabaré olvidando tu nombre, sé que me quedaré en este presente, porque es el que he aprendido a quedarme a quererme a amar. Aquí y ahora. Llevando conmigo todo (y a todos) aquello(s) que se quedaron en estos últimos 365 días.

Mañana será otro día. Mañana será otro año. Mañana espero tener la tripita llena de Ámbar, una buena sonrisa y una buena comida. Mañana será mañana.

martes, 12 de noviembre de 2013

También en mayúsculas.

Y así, de repente, como quien no quiere la cosa, alguien te dice "Que seas FELIZ, también en mayúsculas, porque a mis 29 me doy cuenta que como tú pocas o ninguna" y que ese "pocas o ninguna" se quede en tu cabeza, y con satisfacción te levantes de la cama, sabiendo que ya cerraste ese capítulo de tu vida, pero que mientras leías esas palabras, lo has abierto, para guardarlas ahí, y que sólo acabes recordando el buen sabor de boca que te dejó.

..."pocas o ninguna"...

...Así... Al despertar, abrir la carpeta del pasado, archivar esas últimas palabras y meterte a la ducha... Y empezar un nuevo día, con un poco de sinceridad y un mucho de energía.

lunes, 11 de noviembre de 2013

¿Acaso el hecho de saberlo cambiaría algo?

Poseo la gran capacidad de tener una imaginación desbordante. Supongo, e imagino, que por eso me resulta sencillo escribir, o escribirte, nunca me queda claro exactamente cuál de las dos suelo hacer realmente. También creo, que por eso no me cuesta trabajo imaginar situaciones motivadoras que les plantearía a mis alumnos. Por eso, me pongo a escribir y me meto tanto en el papel, que al final siento como si realmente se estuviera llevando a cabo y consiguiera que alguno de ellos se fascinase, por un momento, con la ciencia. ¿Te imaginas? Sonrío al pensarlo. Ves, ya he vuelto a hacerlo.
 
Lo he descubierto, más profundamente, desde que me ha tocado perder más que ganar. No me doy por vencida, aunque el resultado siempre acaba siendo el mismo, no puedo obtener el premio de volver a compartir ciertos instantes, reales y auténticos, con quienes solía hacerlo. Pero no me rindo, porque, cerrando, o no, los ojos, puedo volver al pasado y recordar cuando me dijiste que cuando acabase Física, discutiríamos un teorema de termodinámica que creo que nunca llegue a ver, a pesar de que tuve tus libros, esos tan antiguos y bonitos, aquellos con los que diste clase en la Universidad. Puedo viajar más allá en el tiempo y recordar cuando mi cabeza se apoyaba en tu barriga, redonda y preciosa, y cuando adelgazaste mucho y le dije a papá que por qué no tenías esa barriga tan estupenda ya. 

A ti, preciosa amante de la Naturaleza, también te suelo recordar muchas veces, intento recordar, las últimas palabras que nos dijimos como si ese "Hasta mañana bonita" fuese tan auténtico, que mañana nos pudiéramos volver a ver. "Deja todo lo que estás haciendo y dedícate a escribir" me dijiste. Tú podías ver esa pequeña luz que hay en mi interior. Lo sé, siempre tuviste unos ojos que penetraban en el alma y sacaban lo mejor de uno mismo.

Y últimamente me pregunto si hubiera cambiado algo el hecho de saber que esas eran las últimas veces. Si supiéramos que ya no habrá más. El último beso, la última declaración de intenciones, la última llamada, el último intento, la última lucha...La última vez que nos vemos... ¿A caso cambiaría algo saberlo? Tal vez sí, tal vez no. A lo mejor no dejaríamos nada en el tintero, o sí, porque "ya que es la última vez para qué vamos a estropearlo." 

Me pregunto cuántas discusiones habrán sido la última vez de un encuentro entre dos amigos, una pareja, una familia... Cuantas cosas damos por hechas, sentadas, seguras, como si nos fueran a durar toda una vida... Me invade la curiosidad y un sentimiento triste y extraño que todavía no he logrado descifrar, cuando me encuentro a mi misma aceptando que algunas veces se gana y otras se pierde y que solo me queda esperar a que abras los ojos, y abrirlos yo, y aceptar cada uno a su manera, que hay personas que se van y jamás volverán porque físicamente es imposible, y otras, que aunque nada se lo impida, se dicen a si mismos que tal vez aquella vez fuese la última...y para qué volver... Aunque ya sabes, que siempre me quedará la esperanza de que vuelvas, o mejor dicho, de que empecemos a volver los dos, por el mismo sendero... O tal vez ya anduvimos demasiado juntos... 

Hoy, volvería la vista atrás y te dejaría seguir caminando a mi vera. Ahora, en este instante... Porque no me gusta que las últimas veces, sean de ese tipo de última veces, y porque... Porque mientras sigamos teniendo los pies en la tierra, nada nos lo impide...Excepto nosotros mismos...
Además, quiero contarte, que aunque ahora me toca perder, ya sé de qué pie cojea la vida y le voy a hacer una jugarreta que no se espera, porque yo quiero volver a ganar en todas sus formas posibles: Ganarme, Ganarte, Ganarle, Ganarnos, Ganarlos, Ganarles. 

*Dedicado a quienes se han ido recientemente.

jueves, 24 de octubre de 2013

Estoy cansada de ser fuerte

Te dije que me había cansado de ser fuerte...
Como diciéndote a gritos que me ayudaras a ser valiente de nuevo...
Te dije que me había cansado de ser fuerte...
Como quién dice la verdad en el momento adecuado...
Te dije que me había cansado de ser fuerte...
Como el primer sorbo de café en un día muy frío...
Con esa necesidad de confort...
Te dije que me había cansado de ser fuerte...
Pero tú no lo recuerdas...
Te cuesta hacerlo...
Te dije que me había casando de ser fuerte...
Y tú pensaste "¿Y ahora quién me va a salvar a mí?"
Te dije que me había cansado...
...de ser fuerte todo el tiempo...
Pero tú ya no lo recuerdas...
Y también me he cansado de recordártelo...

"Estoy cansada de ser fuerte"

miércoles, 16 de octubre de 2013

My Baby Just Cares For Me



Hace tanto que no te escribo, que casi me da vergüenza sentarme delante del ordenador a hacerlo. Me echo de menos. Es como si me hubieran metido la mano en el pecho y me hubieran sacado todo. El viento de la ciudad me atraviesa y puedo sentir como se refugia en este nuevo vacío. ¿Qué cómo me duele? Tanto, que no siento. Y podría pensar que seguramente eso me aterre y haga que me atormente durante muchos instantes al día. Tal vez sea así. Es como cuando me plantaban uno de esos problemas de la carrera de física en los que a primera vista no sabías que hacer. Y lo leías una y otra vez, porque darles oportunidades a esas cosas siempre funciona... Pero de repente, tras leerlo cuatro o cinco veces te quedas mirando fijamente ese pedazo de papel y piensas qué narices es eso. Y tienes que permanecer en esa silla cuatro horas, delante de ese estúpido papel con esas letras que no consigues descifrar qué te quieren decir. Y ahí estás, frente a algo que no sabes por donde coger. Pero aguantas porque sabes que el tiempo pasa y va a pasar. Así me siento yo, como si mirase un folio en blanco, con el enunciado de un problema, y ni siquiera supiera qué decir, qué hacer o por dónde empezar a afrontar ese dilema. Me pego los días inmersa en esa vorágine de vacío que tengo dentro de mí. Y entonces me pregunto qué es lo peor que te puede pasar, si saber que se deja de querer, si seguir queriendo a alguien que se ha muerto, y por ello, sentir que le quieres con más pasión, si dejar de sentir hasta tal punto que ni siquiera seas capaz de acordarte de la otra persona cuando la ves por la calle...
Así que mientras sigo echándome de menos de una forma necesitada, sucia y despiadada, quiero meterme la mano en el agujero de mi pecho, removerme por dentro, sacar fuera el tapón que tengo en la garganta, en los lagrimales, en la boca del estómago, y sentirme un poco viva de ilusión. Porque sentirme apagada, rota, mal pegada y desvanecida, no me deja caminar tranquila y me tiene alerta constantemente, a todas horas, como si de repente algo volviera a pasar. Como si la muerte viniera y me robase algo más... No te escribo para decirte que te echo de menos, lo hago porque estoy cansada de perder, cuando he sido una buena persona-conversa-personas. Lo hago para ver si estas palabras me provocaban... Lo hago porque no me gusta perder... Lo hago porque al fin y al cabo, esto es lo que me queda... Las palabras. 

domingo, 29 de septiembre de 2013

(1) Solías decirme


Solías decirme(*), aunque sobre todo contarme, historias sobre los discos. Cómo y qué llevó al compositor a crear esas piezas o canciones. Solías hacerlo con pasión y sabiduría. "Sabes, "Music for airports" de Brian Eno me encanta. Hizo el disco pensando en la música que le gustaría escuchar cuando él estuviera en un aeropuerto. Mientras estás en la cola, mientras esperas... Al fin y al cabo, él pensó que quería hacer música que te relajase antes de subir al avión." me dijiste. "¡Qué interesante!" te debí decir. Y no, no lo sabía, al igual que tampoco sabía que este disco siempre me va a evocar ese momento. A tu pasión... pero sobre todo a ti y a mí ahí de pie, esperando... Ese momento. La vida está llena de momentos ¿recuerdas que siempre te lo decía?




(*)Pensé en titular este blog "Solías decirme..." para no olvidar todas las cosas que algún día me dijeron. Hoy he comenzado a anotarlas aquí. Al fin y al cabo, siempre acabo coleccionando pequeños pedacitos de mis recuerdos. 

martes, 17 de septiembre de 2013

Los carteles del poder y el querer.



A veces nos llegan cartas a casa. Del banco, la factura de la luz, el teléfono... A veces llegan folletos. La vuelta al cole, las promociones mensuales, los cerrajeros 24 horas... Sin embargo pocas veces encuentras un cartel pegado en tu bloque de edificios que dice: 

"Sé que puedo vivir sin ti, lo sé. Pero no, no quiero hacerlo." 

Y sonríes, algo desconcertada, pensando cuál de todos tus vecinos al leerlo habrá sentido un vuelco al corazón, con doble mortal invertido, habrá respirado algo más tranquilo, y tal vez haya cogido el teléfono y haya llamado a quien lo ha escrito. O tal vez, lo haya leído, haya bajado la mirada, con tristeza y un poco de ternura, y haya pensado "Pero, yo sí que quiero"... 

Quién sabe... El cartel sigue ahí, y todos nos preguntamos para quién será.... Y al entrar en casa, miramos a quienes queremos y nos preguntamos si podríamos vivir sin ellos... ¿Acaso podríamos hacerlo? Y en caso de poder... ¿Sería lo que realmente queremos?

lunes, 2 de septiembre de 2013

Tener un nudo en la garganta

Tener un nudo en la garganta de Paula Bonet

Escribir solía funcionar. Solía darme la bocanada de aire fresco que a veces una necesita. Solía dejar entre mis palabras, mis sentimientos más puros y reales, a buen recaudo, para que nadie pudiera estropearlos. Solía hacer esas cosas, hasta que nos acostumbramos. Hasta que nos fuimos el uno del otro. Ya no quiero guardar nada en ningún lugar que no sea en mi misma. Por eso no (te) escribo. Porque si lo hiciera, el nudo de palabras que tengo atravesado en el pecho y la garganta, me ahogaría de tal forma que dejaría un vacío desierto y hondo, dentro de mí. Y ya no sé qué vacíos se llenan y otros siguen estando libres. Sin embargo, cuando las lágrimas afloran, a veces llega la paz momentánea que me deja respirar de nuevo. Otras veces llegan las lágrimas sordas, que son las que más duelen, porque no terminan de salir. Esto es, como cuando alguien pierde la fe. La fe auténtica. Algo así ha sido. Punzante y doloroso.

miércoles, 10 de julio de 2013

Las voces que hay en ti.

Imagen de Helen Dardik Etsy shop


Vienes y me cuentas que sientes indiferencia en tu pecho y que te duele tanto a veces, que sientes que tu piel es el miedo. Dices que desearías no pensar, que ojalá te dejases llevar, que ya no eres quien creías ser y que tienes conversaciones contigo misma. Susurras demasiado alto que es el principio del fin y me hablas de crueldad y desgana. Te miro con mis nuevas gafas porque son así de grandes para poder observar mejor qué es lo que ocurre a mi alrededor. Te contesto con la sutileza que a veces me caracteriza, mientras jugueteo con mi lengua entre mis muelas. Me duele. Aunque la verdad es lo que no te digo, que el dolor de la muela no es nada en comparación con otros dolores que no atienden a medicamentos.
Mi silencio te perturba porque seguramente las voces de tu cabeza que llevan un tiempo hablándote, no callan. Si te hablo, entonces me prestas atención y sabes que estás salvada. Al menos de momento. Te abrazo, y es entonces cuando te digo lo que has venido a buscar. Un poco de verdad áspera. Y es entonces cuando me cuentas las conversaciones que tienes contigo misma y te las autocompleto porque son las mismas que yo tuve conmigo. Y nos miramos y nos decimos que no sabemos qué es lo que nos pasa. Pero sé que averiguaremos qué es en el momento adecuado. Todo se reduce a momentos, suelo pensar desde hace tiempo. ¡Qué gran mentira! me digo a mi misma. Sin embargo sigo creyendo firmemente en eso. Y vienes a mí para saber si es cierto que he encontrado la respuesta a todo... Pero no, no lo es. A veces la falta de señales es una señal, solían decir... A veces el principio del fin ha llegado y te das cuenta cuando ya estás en la meta, y no es justamente a la que querías haber llegado.

Te abrazo. Fuerte. Muy fuerte. Te digo que te llamaré. Y te escribo. Un email lleno de verdad. Un email de esos que siempre negaré haber escrito, pero de esos que...de esos que hacen que tus amigas sientan un poco de paz. La pena no dura para siempre. Dibujaré sonrisas en nuestros rostros. Siempre. Y este para siempre es de los de verdad.

lunes, 1 de julio de 2013

Hay un email en tu bandeja de Spam.

A veces, reviso la bandeja de Spam porque en alguna ocasión he encontrado en ella emails que deberían estar en la bandeja más importante de mi vida, y no en la de "Tirar a la basura". Hace unos días, entre ofertas de cursos de danza, de préstamos y de alquileres de pisos en Francia, encontré un email de una vieja amiga.

"Querida Nerea, te escribo porque recientemente he recibido noticias tuyas pero tú no mías. Tal vez te preguntes qué o quién me ha hablado de ti. ¡¿Qué importa eso?! solías decirme. ¿Te acuerdas? Últimamente me he acordado mucho de ti. Seguramente tú también estés haciendo balance del pasado y no sé si yo habré aparecido por ahí. ¿Recuerdas lo buenas amigas que éramos? Yo sí. Lo recuerdo. Ni muy nítido, ni vagamente. Pero lo recuerdo. Está ahí. Tal vez te sorprenda este email. A mi también me ha sorprendido el hecho de sentir la necesidad de escribirte. Después de todo este tiempo, de lo poco que hemos sabido la una de la otra... Después de las vueltas que nos ha dado todo, aquí estamos. Sé que te fuiste a París. No te pregunto si te gustó, porque sé que sí. Seguro que volviste enamorada de esa ciudad. Si lo hiciste, ¿volverás? ¿Recuerdas cuando soñábamos con ir ahí? Cuantas cosas planeamos para hacer juntas ¿verdad? Si sigues escribiendo, y no lo has hecho todavía, y si aquella ciudad te robó el corazón, podrías escribir sobre ella ¿no crees? Bueno, no soy quien para decirte sobre qué debes escribir, tan solo espero que no lo hayas dejado. 

Las noticias sobre ti, siempre me han llegado como cuenta gotas bien cargados. Se puede decir, que las pequeñas cosas que te han hecho feliz estos últimos años, no las sé, pero sí que sé las grandes y trascendentales. Sé que siempre te identificaste con Amèlie, y que como bien la describen en la película, Amélie tiene desarroladísimo el gusto por los pequeños placeres: romper golpeando con una cucharilla la capita de azúcar quemado de la créme broulé, meter las manos en un saco lleno de legumbres, girarse en el cine a ver las caras de la gente mientras ven la película, tirar piedrecitas al canal St. Martin... Supongo que tú también sigues disfrutando de esas pequeñas cosas de la vida, es lo que te hacía ser tú. 

Seguramente sigas preguntándote el por qué de todas las cosas. ¡Eres tan curiosa! ¿Recuerdas las tardes sentadas en aquellas escaleras hablando del por qué de todo lo que nos ocurría? ¿Te acuerdas? Yo sí. Llevo unos días demasiado melancólica, removiendo demasiado el pasado, y te he encontrado de nuevo en él. Me preguntaba si querrías volver a formar parte de mi presente, si tal vez, juntas podríamos volver a encontrar las respuestas a todas nuestras preguntas y si juntas saldremos de los agujeros donde nos metamos. Sé que ha pasado mucho tiempo, ni siquiera sé si sigues viviendo en Zaragoza, aunque esto lo califico como acontecimiento importante y sé que me habría enterado si te hubieras ido, aunque ya sabes, a la gente le encanta contar más las desgracias de los demás que las alegrías... Yo sé las tuyas. Aunque ¿Qué se clasifica como desgracia exactamente? No lo sé. Mejor, te diré que conozco los nuevos cambios de tu vida, y también sé el pánico escénico que le tienes a los cambios, lo poco que te gustan y la angustia que te generan. Espero de corazón que hayas podido con ellos. Juntas vencimos a muchos monstruos peores que un cambio. Juntas éramos imparables ¿recuerdas? Tú te hiciste más fuerte. Yo me hice más amorosa. Yo no creía en el amor, y tú creías en él por encima de todo. 

Ahora me pregunto cuánto hemos cambiado en estos últimos años. Ojalá sigamos siendo un poco como entonces. Sé que dejaste de ser como esperaban que fueras, sé que ahora eres mucho más tú de lo que lo eras entonces. Sé que seguirás pensando esas tontadas que pensabas sobre ti misma y te diré que no son ciertas. Lo sé porque te vi el otro día desde las mesas de la cafetería. Te vi ahí pasar, con miedo y angustia. Vi en ti esa culpa que llevas a la espalda, que te pesa y te consume, pero eres grande y podrás con ella. Un día la dejarás a un lado y ahí se quedará. Muy lejos. Y si ahora te preguntas cómo es que sé todas estas cosas, te recuerdo que fuimos uña y carne, y que ahora me encantaría abrazarte, pero que no tiene mucho sentido. Lo sé. Tienes esperanza en los demás, en que las cosas cambien siempre a mejor, en que encuentres aquello que siempre has querido encontrar y no sabes cómo ni dónde ni muy bien qué es. Pero lo encontrarás. Yo tengo fe en ti. Aunque no te lo creas.

Y no sé muy bien por qué te he escrito, ni qué espero que contestes a esto. Sólo sé  que te he dicho cosas que no debería y que tal vez no sigas siendo la misma de antes y que la mitad de mis palabras no tengan mucho sentido y te hagan pensar "¿Pero esta tía de qué va?". Pero tengo fe en ti. Quería que lo supieras, porque solías decirme que creías en el poder de las palabras. Creías que salvaban, que otorgaban perdones bien grandes, que siempre estarían ahí para recordarnos los momentos que vivimos. Que las palabras eran mejores que las fotografías, porque siempre acababas encontrándote entre ellas. Ves, lo recuerdo... 
Como te imaginarás, he vuelto a abrir cajas para guardar recuerdos en ellas, y en una de ellas he encontrado los nuestros... Solo quería escribirte, porque sentía la necesidad de... no sé, tan sólo escribirte.

Feliz comienzo de verano, estés donde estés Nerea."

Y entonces me puse a bucear en el pasado, me sumergí tanto, que me ahogué. El pasado en mis pulmones. Sin poder respirar el aire del verano. El pasado por mis venas, corriendo a toda velocidad, sin frenos, sin piedad. El pasado en mi cuerpo. Así que dejé que la pena de volver la vista atrás, fluyera por mí... Hasta poder convivir con ella dentro de mí...

martes, 18 de junio de 2013

La curiosidad no mató a ningún gato.

 



 Y entonces pasa, ya sabes, llego aquí con la esperanza de escribir todo aquello que llevo dentro, o tal vez escribir un poco de aquello que ya no tengo, o que no tuve o que ni siquiera sé si alguna vez llegaré a tener. Quién sabe qué es lo que pasa exactamente, pero todo pasa. No me gusta creer que todo ocurre por una razón, porque sé que hay cosas que no siguen un camino lógico, que por más que lo intentase, nunca encontraría la respuesta exacta que me convenciera y haría desvanecer mis preguntas. Lo sé, porque lo he visto con mis propios ojos y lo he sentido en mis propios adentros. Últimamente, me cuestiono una y otra vez la razón exacta por la que me metí a estudiar físicas. Lo cierto es que me curiosidad me movió a ello, y como no fue totalmente saciada, como en realidad me encontré con cosas que ni siquiera me podía cuestionar "porque esto es así", quedé un poco en tierra de nadie y mi curiosidad y yo nos fuimos cinco años y medio después, con algunas dudas resultas y otras tantas dispersas. Y esa misma curiosidad, por querer saber el por qué de muchas cosas, qué nos lleva a esto, qué o quién hizo lo otro, es lo que más me pesa, mi pequeño tormento y mi pequeña luz, cada día.

Porque lo cierto es que no sé qué nos impulsa a tomar decisiones y mantenernos firmes en ellas, qué es o qué nos lleva a abandonar, a pasar página, a resolver los vacíos que llevamos dentro. ¿Qué es exactamente? Aunque tuvieras la respuesta, aunque ahora escribieras "Es esto." seguiría preguntándote y por qué, y en qué se basa, y por qué blablabla... Un sin fin de preguntas con respuestas bien dadas y tal vez otras tantas inventadas.

Recuerdo que solía decir que no entendía por qué las personas se abandonan. Abandonar implica dolor, la falta de respuestas, la ausencia de razones lógicas o ilógicas, el silencio eterno. Abandonar en sí, la palabra, ya genera un poco de angustia, sin embargo, pocas veces se abandona. Tal vez, debí formular mejor la pregunta, no entendía por qué la gente deja de quererse. Pero entonces, ni siquiera imaginaba que eso pasara de verdad. Pero a veces pasa. Y no creo que haya una respuesta única que sentencie esa duda angustiosa. Tampoco creo que haya que centrarse en ello.
Hace poco me dijeron que en estos temas, uno no puede buscar la lógica a los comportamientos o las respuestas a los agujeros del amor. Posiblemente tuvieran razón. Tal vez sí, tal vez no. Quién sabe.
Conservo la esperanza de averiguarlo, nadando por el pasado de vez en cuando, porque soy una inquieta, una curiosa, y me gusta saber el por qué de las cosas. Y más cuando son cosas que me envuelven, que me atraen, cosas en las que volveré a sumergirme y en las que ya no quiero volver a salir por la misma puerta.

Y ahora me pregunto que en ese "fueron felices y comieron perdices"... ¿Por qué perdices y no unos bollitos bien ricos?

viernes, 7 de junio de 2013

La incertidumbre e Idea Vilariño.

Mi amigo C.  siente rabia en su pecho cuando lee las cosas que escribo y con la poca frecuencia que las publico. "Algún día publicarás algo" me dice con energía y convicción. Y yo le sonrío y le contesto "Tal vez, quien sabe" mientras le sigo sonriendo y no dejo de hacerlo, tal vez, quien sabe, porque sí que me gustaría que así fuese. 
Una mañana de fin de semana de los últimos dos meses, mientras escuchaba la radio, leyeron un poema desgarrador, que me rompió en dos lo poco que me quedaba unido. Se titulaba "Ya no." de Idea Vilariño

Ya no será
ya no
no viviremos juntos
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa
no te tendré de noche
no te besaré al irme
nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.
No llegaré a saber
por qué ni cómo nunca
ni si era de verdad
lo que dijiste que era
ni quién fuiste
ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido
vivir juntos
querernos
esperarnos
estar.
Ya no soy más que yo
para siempre y tú
ya
no serás para mí
más que tú. Ya no estás
en un día futuro
no sabré dónde vives
con quién
ni si te acuerdas.
No me abrazarás nunca
como esa noche
nunca.
No volveré a tocarte.
No te veré morir.

Atónita por sus palabras, por la verdad, por el dolor y el sufrimiento, decidí que necesitaba empaparme de aquel sentimiento, necesitaba zambullirme en esa piscina y para salir y estar limpia. Así que busqué sus libros por todas las librerías de Zaragoza, sin éxito alguno. Tal vez no sería posible leerla. Y por arte de magia, una tarde de viernes, mientras recorría una biblioteca, camino de la salida, vi en grande un cartel que decía "Poesía" y ahí fui, directa a la letra V, y con una sonrisa, cogí su obra completa. Me pegué los 15 minutos siguientes, andando por la calle, leyendo esos poemas, sintiendo la angustia de sus palabras, también, sintiendo paisajes que jamás vería, pero que aquellos poemas me trasladaban a esos lugares. 
Y entonces, escribí a mi amigo C. para decirle que en ese mismo momento podría escribir cosas preciosas, majestuosas y únicas, de mi corazón a mis manos, de mis manos a vuestros ojos. Y sé que aunque su contestación fueron unas letras, sé que gritó con todas sus fuerzas aquel "Venga, ponte ahora mismo a escribir.

La facilidad con la que las palabras nacen de mis labios cerrados a la pantalla del ordenador, me aterra y me asombra.  Me deja atónita. Últimamente ya no veo las cosas con esos mismos ojos.  Ahora veo historias. Ahora tomo anotaciones en mi memoria, sobre ciertos momentos que quiero guardarme para escribir sobre ellos. Colecciono a la señora vestida con un conjunto de ropa que valdría más de lo que gano yo en un mes, llorando por una de las calles más concurridas de toda Zaragoza. Paseaba ligeramente con un disgusto que posiblemente su dinero no podría aliviar. También colecciono los abrazos que me dan dado, los besos en la frente, las risas sin medida. El dolor punzante y desgarrador que en ciertas ocasiones he vivido. Para que tal vez, cuando complete mi colección, sea posible que todo ese desorden, en silencio, viaje de mi memoria al corazón para llegar de las manos a una hoja de papel en blanco. 

Hace poco, dejé de tener certezas seguras... Y hoy, he vuelto a tener una de ellas... Tal vez sí, algún día publicaré algo. 

lunes, 3 de junio de 2013

Carta a C.

 

Querido C, allá donde te encuentres cuando leas esto, he de decirte que ya no hay nubes en el cielo. El cierzo se las ha llevado todas. Tal vez ahora mismo estés mirando por tu ventana, si es que tienes, eso espero. Tal vez simplemente continúes leyendo o quien sabe. Hoy te escribo para decirte, lo que me suelo decir últimamente a mi misma. Ya me conoces, a veces tengo descubrimientos feroces que llegan como un huracán cuando me despierto. Hay tantas cosas que no sé... Pero eso ya lo sabes. Todos lo sabemos.
Pero de lo que no tienes ni idea, es que da lo mismo las veces que quieras, y que por desgracia, dejes de querer. No importa los besos que vayas dando, o a quien se los vayas negando. Eso no cuenta. Esto es incontable. Se da la vuelta y tú la das con él. El amor es, querido amigo, la ruleta rusa más grande que jamás hemos encontrado, visto o divisado. Que no importa que tengas veintitrés años o cuarenta y dos. Da lo mismo si estás cerca o lejos. ¡Eso tampoco importa! Las cosas pasan, y de algunas de ellas no te das cuenta. Algunas veces son las mejores...Otras las peores. Otras se quedan en medio, en ese terreno resbaladizo que es la tierra de los no sé. No importan las listas de las razones por las que han fallado las relaciones. No hay una serie de normas que hay que seguir sin salirte de la raya para que todo sea eterno. 

El otro día, mientras esperaba en Correos a que llegara mi turno, escuché a una chica decirle a su acompañante " Bésame siempre" a lo que él respondió "Eso deseo". Y una pequeña sonrisa se dibujó en mi cara, con algo de envidia y algo de romanticismo. "Eso desea" pensé, y ojalá lo consiga, me dije a mi misma. Mientras aquellos dos se derretían con la mirada, el señor de Correos llamaba a gritos al número cincuenta y dos, que era yo. Debería hacerme ese tatuaje pensé. "Los jóvenes mueren de romanticismo" tatuado en mi cadera. Tal vez, quien sabe. Pero tú sí que sabes que yo creo en los momentos, para lo bueno y para lo malo. Y si llega, llegará, y si no... Serán otras cosas.

Con todo esta colección de frases que salen de mis manos, como un monólogo desenfrenado, a donde quiero llegar es que de entre todas las cosas que no sé, sí que sé que lo más importante es quererse. Hacerlo y seguir haciéndolo. De la forma que cada uno sepamos hacerlo, con toda la intensidad que nuestro cuerpo nos deje. Porque eso es lo que mantiene unidos a dos personas. Y sí, es posible que las flores, los discos, los libros, las películas del cine que tanto odias, pero tanto le gustan, las cenas, o los mensajes cortos y bonitos, hagan sumar a ese amor. Eso me gusta pensar. No sé qué cosas son las que hacen restar, a parte de las evidentes. Pero sé que cuando quieres es maravilloso. La cuestión es que llegue el momento en el que querer y que te quiera sea a la vez, a la par, y luchar día a día porque ese sentimiento perdure...Y no dar nada por hecho y definitivo. Supongo que es como lo que le dijo aquel chico a esa chica, desear que así sea.

Una vez le escribí a A. cuando nuestra amistad estaba a punto de deteriorarse y le dije "Me prometiste que nunca nos haríamos daño, que nunca nos abandonaríamos, y sin embargo mira a donde hemos llegado" y un amigo común a los dos me escribió diciéndome que las promesas tienen valor sentimental en el momento en el que las haces, que luego dejan de tener sentido, que de nada vale preguntarse y reprochar por qué prometimos cosas que no llegamos a cumplir del todo.
Así que, a pesar de que cuando lloras te diga que siempre voy a estar ahí, que soy tu amiga, y esa infinidad de tontadas que te digo sin parar para que sonrías un poco, a pesar de que te prometo cosas infinitas, las cuales ya sólo me queda desear que ocurran, a pesar de que no sé nada de sentimientos... A pesar de todo, he de decirte que ojalá tu "para siempre" sea lo más real y bonito que este mundo haya visto. Eso sí que lo deseo, y tomarnos los tres empanadillas en libaneses...Y si solo tenemos que ser los dos, no te preocupes, encontraremos otros "Para siempre" que sí que se hagan eternos.

Que las lágrimas no te hagan dejar de reír, y cuando te duela el pecho, abrazo contra abrazo y traspaso de dolor. Soy buena llevando pesos a la espalda. Ya sabes, pocas veces me quejo. Querido C, límpiate esa lagrimilla y dedícate una sonrisa. P. me dijo el otro día "Lo importante es quererse, es lo único que importa" y sabes, tenía razón. Esa fue una gran revelación.

jueves, 30 de mayo de 2013

El mejor profesor de mi vida

Hace unas semanas leí este maravilloso artículo de Carlos Arroyo, titulado "El mejor profesor de mi vida". Al final, te invitaba a que le enviaras tu propio texto sobre el mejor profesor de tu vida. Me puse a ello. Como suele pasarme, entre la falta de tiempo que tenía (recuerdo que había quedado a tomar algo y llegaba tarde) y mi pequeña manía de retocar una y otra vez todo lo que escribo... No llegué a las 500 palabras, pero guardé con mimo las que había escrito:


El mejor profesor de mi vida.


El mejor profesor de mi vida me enseñó, entre otras cosas, a amar la poesía. Me señaló la dirección por la que seguir y no abandonar nunca el camino de la literatura. Todavía resuenan sus palabras en mi cabeza, cuando abandono temporalmente mis pequeños vicios con las letras. Me quitó la venda de los ojos y me dijo que no pasaba nada por ser distinta, que ahí residía mi magia. 

Al mejor profesor de mi vida, lo tengo a un click y un email. Me mostró que por crecer, una no se hacía mayor y que ante cada pequeño obstáculo que me encontrara, podría rodearlo, atravesarlo, demolerlo y superarlo. Devoraba los libros que nos mandaba leer en Lengua y Literatura, como un niño ante un plato de macarrones. Recuerdo, a pesar de que ya hayan pasado casi ocho años, estar sentada ahí, en aquel pupitre al final de la clase, con el sol dándome en la nuca, jugueteando con mi pelo y sus palabras de amor por “La Gaite”. Recuerdo las esquinas de mis apuntes llenas de títulos de libros que ahora decoran mis estanterías. Recuerdo su sonrisa cómplice cuando me empapaba cual esponja con cada palabra de cada autor. Eran una delicia aquellas clases. 

 Acabé el colegio, fui a la universidad, pero siempre permanecimos en contacto. Emails en bandejas de entrada que alegraban alguna mañana y sueños que se iban haciendo realidad. Yo acabé en París. Él terminó su novela. 

 El mejor profesor de mi vida me abraza con fuerza cada año cuando vuelvo al colegio a verle. Ese mismo profesor que sin saberlo, me motivó para querer dedicarme un día a la enseñanza. Y cuando les explique a mis futuros alumnos adolescentes, la maravilla de la ciencia y el por qué de las cosas, alguna vez les diré que el mejor profesor de mi vida era de letras, y que yo también lo soy. Porque una vez me dijo que un título universitario no te hacía ser nada. Cada uno es lo que es. Y yo llevo la física en un trozo de papel firmado por el Rey y las letras en la sangre.

Y aquí estoy, empezando este pequeño proyecto personal que si se lo tuviera que dedicar a alguien, sería a él. Ojalá algún día yo sea la mitad de mejor profesora de lo que tú lo eres, y ante todo, pueda llegar a ser para alguno de mis futuros alumnos, lo que tú simbolizaste para mí. A ti te dedico esto.

miércoles, 22 de mayo de 2013

La no-primavera del 2013.

 

Ilustración: Patricia Metola


 A mí esta no-primavera sí que me altera... Estos vientos del norte me revuelven mis no-melenas y me hacen arrugar la nariz mientras en mi cabeza no-vacía me digo a mi misma que qué le pasa a este tiempo, que nos va a volver a todos locos. Y los que ya lo están, enloquecerán más. Esta no-estación con este sí-frío me hace querer, y no-pedir, abrazos que sean como estufas. También pienso que podrían dotarnos durante un momento al día, o tal vez dos o tres, la capacidad de poder leer la mente o al menos saber qué es lo que otros quieren. Tal vez dejásemos de pedir en silencio, de esperar cosas que no-ocurrirán porque no-se saben. Yo quiero ese libro, pienso. Una y otra vez. Como si alguien de los ahí presentes, unos sí-desconocidos, al mirarme a los ojos leyeran "Quiero ese libro, pero quiero que me lo regalen. Porque soy así. No hay explicación racional para todo esto." Pero eso no ocurre, y seguramente, demos gracias a quien haya que dárselas, de que no ocurrirá jamás. Porque tal vez si supiéramos qué quiere, o no-quiere, alguien, qué piensa o en quién no-piensa, si pudiéramos, durante un mísero instante leer los pensamientos de otra persona... ¡Qué nos pillen bien no-confesados! Porque nos lanzaríamos al abismo de un pozo muy grande.

Tal vez, podríamos seleccionar momentos. Un botón que fuese rojo y nos indicase "¡Ahora no chaval!" o uno verde que fuese "Ahora no hay peligro". Sin embargo, mientras escribo lo que esta no-primavera me está dando, me doy cuenta de que no quiero que nadie hurgue en mis pensamientos, que retiro lo dicho. Incluso lo del libro. Supongo que ponemos en nuestras manos nuestros pensamientos y se los mostramos a quien queremos. A veces en forma de email, otras con una sonrisa, una mirada, una caricia. A veces no hace falta decir nada, aunque yo pienso que sí que hay que decirlo (casi)todo. Sobre todo con esta no-primavera. Con esta no-estabilidad meteorológica. Tal vez porque creo que si no lo dices, si te lo callas, si te lo guardas, es posible que crezca algo dentro de ti que un día al despertarte, esté dormido a tu lado y te diga "¡Eh! ¿Te acuerdas de mí? Soy ese no-sentimiento/no-pensamiento que no-dijiste, y estoy aquí, recordándotelo." Supongo que esta es la razón por la que me inquietan a veces los silencios en los que se dice mucho, pero sin decir nada. 

No puedo dejar de pensar, y a veces pienso que tal vez si durante un instante, una mano, bonita, suave, grande e inocente,
se metiera en mi cabeza con los ojos cerrados y cogiera uno de esos pensamientos, tal vez así esta no-primavera se calmase un poco. Porque te diré un secreto, creo que controlo el tiempo. Y te diré otro, ni yo misma sé qué marabunta de palabras sin sentido he escrito. Pero esta soy yo, en una noche de mi no-primavera del 2013.

jueves, 9 de mayo de 2013

Las manos de mi pecho.

Ilustración de Gabriel Pacheco.


Creo que tengo unas manos dentro del pecho. A veces, recorren mi torso desnudo por la noche quitándome la respiración. Otras veces rodean mi corazón y lo aprietan muy fuerte intentando sacar todo aquello que me callo, y tenemos una lucha interna a ver quién es mejor, si esas manos o yo.
Nunca las he visto, tal vez porque me estremecen y quiero guardar cada aliento, cada suspiro, cada instante... Sé que las tengo dentro de mi cuerpo, porque las siento ahí, durante pequeños instantes de tiempo. Muy adentro. Como en este mismo momento, que recorren mi cintura por debajo de la piel y hacen que mi respiración sea irregular, que con cada bocanada de aire, respire un poco de vida. No sé de dónde han salido, no sé el tiempo que se quedarán dentro de mí, pero sé que sean lo que sean esas manos, me tienen absorta, de dejan sin palabras, me arrancan los sentimientos más hondos que guardo dentro de mí. Esas manos que guardo en mi pecho...

miércoles, 8 de mayo de 2013

BSO

 


 Y mientras le hablabas de la última melodía que te rondaba por la cabeza, ella escogía con delicadeza las canciones de la banda sonora de vuestra historia. Pero tú no te dabas cuenta, porque ahora eras adicto al ritmo de sus caderas, al vaivén de su cintura. Te preguntabas una y otra vez cómo era posible que su mirada y su sonrisa se coordinasen tan bien con el movimiento de su cuerpo. Una y otra vez. Pero no se lo preguntabas, por si acaso tenía la respuesta a tu dilema. Y ella lo sabía, por eso nunca te lo diría... Así esa banda sonora nunca se acabaría.

(Historia inspirada en una pareja que ayer vi cenando.)

lunes, 29 de abril de 2013

Mi aspirador personal.


Ilustración: Luci Gutiérrez

Tener un aspirador en el pecho que te absorbe hacia dentro, que te intenta ahogar. Que te quita el aliento, y tú hiperventilas, y te agarras a las baldosas de la ducha con tus manos que ya no son ventosas. Y lo intentas, una y otra vez. Dejas que el agua recorra tu cuerpo, como si todo él llorase, y tal vez así el agua caliente rellene ese agujero que tienes dentro, que te come, que te inunda, que te devora cuando te despistas. Y sigues ahí, quieta, muy quieta. Ya no te agarras a nada, ahora eres tú la que flotas. Y sigues ahí, quieta, muy quieta. Cierras los ojos y sientes como todo se va calmando. Hoy es un día de lluvia. Hoy tu cuerpo va a llorar todo el tiempo que las nubes quieran... y es entonces cuando recuerdas aquellas palabras que un día te dijeron "¿Sabes por qué llueve? Porque estás triste" y se te esboza una pequeña sonrisa... Después de todo este tiempo, es lo único con lo que te has quedado, con aquella frase...Y piensas que si entonces pensaste que no había luz al final del túnel, y la encontraste, ahora también. Y es entonces, cuando coges la esponja y con ella, empiezas a curar tus heridas, con cuidado y mimo. Tienes todo el tiempo del mundo, te repites... Lo importante es curarlas bien. Y vuelves al chorro de agua. Y dejas de sentir ese abismo en tu pecho. Ya puedes respirar tranquila... Ya ha pasado...

sábado, 27 de abril de 2013

El jazz y esa camisa.


Ilustración de Conrad Roset

Me dejé caer sobre el jazz y la poesía. Porque sabía que la caída no sería muy dolorosa. El jazz me hace imaginar, la poesía me invita a soñar. Mientras subía Independencia, tras perderme en la sección de libros de la Fnac, visualicé a una pareja. Al principio pensé que tal vez llevaban juntos mucho tiempo. La complicidad les delataba. Mientras esperábamos a que los coches dejasen de pasar, para atravesar las vías del tranvía "jugándonos" la vida, en mi Ipod dejó de sonar Jimmy Smith y mis ojos volvieron a ellos. Él no apartaba los suyos de una chica que estaba al otro lado del paso de cebra. Ella, no hacía más que hablarle de la última película que había visto. Entonces, sus ojos fueron al lugar donde él los tenía puestos y le dijo:

-Me gusta la camisa de esa chica.
-A mí me gusta la chica.

Y así fue como ella se enteró de que él había conocido a alguien. Y así fue como yo me enteré de que eran amigos. Amigos de los buenos. De esos a los que con solo una mirada, se lo dices todo.
Gracias Jimmy por haberme dejado disfrutar de ese momento, gracias a ellos, que aunque no lo sepan, han sido los primeros protagonistas de esta nueva aventura.