El mejor profesor de mi vida.
El mejor profesor de mi vida me enseñó, entre otras cosas, a amar la poesía. Me
señaló la dirección por la que seguir y no abandonar nunca el camino de la
literatura. Todavía resuenan sus palabras en mi cabeza, cuando abandono
temporalmente mis pequeños vicios con las letras. Me quitó la venda de los ojos
y me dijo que no pasaba nada por ser distinta, que ahí residía mi magia.
Al mejor profesor de mi vida, lo tengo a un click y un email. Me mostró que por
crecer, una no se hacía mayor y que ante cada pequeño obstáculo que me encontrara,
podría rodearlo, atravesarlo, demolerlo y superarlo. Devoraba los libros que nos mandaba leer en
Lengua y Literatura, como un niño ante un plato de macarrones. Recuerdo, a
pesar de que ya hayan pasado casi ocho años, estar sentada ahí, en aquel
pupitre al final de la clase, con el sol dándome en la nuca, jugueteando
con mi pelo y sus palabras de amor por “La Gaite”. Recuerdo las esquinas de mis
apuntes llenas de títulos de libros que ahora decoran mis estanterías. Recuerdo
su sonrisa cómplice cuando me empapaba cual esponja con cada palabra de cada autor.
Eran una delicia aquellas clases.
Acabé el colegio, fui a la universidad, pero siempre
permanecimos en contacto. Emails en bandejas de entrada que alegraban alguna
mañana y sueños que se iban haciendo realidad. Yo acabé en París. Él terminó su
novela.
El mejor profesor de mi vida me abraza con fuerza cada año cuando vuelvo al colegio a verle. Ese mismo profesor que sin saberlo, me motivó para
querer dedicarme un día a la enseñanza. Y cuando les explique a mis futuros
alumnos adolescentes, la maravilla de la ciencia y el por qué de las cosas,
alguna vez les diré que el mejor profesor de mi vida era de letras, y que yo
también lo soy. Porque una vez me dijo que un título universitario no te hacía
ser nada. Cada uno es lo que es. Y yo llevo la física en un trozo de papel
firmado por el Rey y las letras en la sangre.
Y aquí estoy,
empezando este pequeño proyecto personal que si se lo tuviera que dedicar a
alguien, sería a él. Ojalá algún día yo sea la mitad de mejor profesora de lo
que tú lo eres, y ante todo, pueda llegar a ser para alguno de mis futuros
alumnos, lo que tú simbolizaste para mí. A ti te dedico esto.
Cuando leo historias de profesores motivadores, inspiradores, que han transformado la vida de sus alumnos siento una profunda envidia y unas ganas renovadas de hacer bien mi trabajo para, al menos, tener la satisfacción de no aburrir demasiado a los míos. No me siento un profesor excepcional pero sí he tenido el privilegio de tener alumnos (alumnas sobre todo) excepcionales. El dicho dice plantar un árbol, escribir un libro, tener un hijo. Te deseo lo que yo he tenido: vivir un gran amor, terminar una novela, dejar que la vida se dé la vuelta de vez en cuando (como con la llegada de M.) y sentir el cariño de quien comparte un pedazo del camino. Un abrazo de los de una vez al año en el cole.
ResponderEliminarSomos afortunadas. Tenemos la suerte de compartir al mejor profesor de nuestras vidas. Me ha encantado leerte. Y tus palabras me han animado a escribir las mías. Seguro que llegarás a ser una magnífica profesora. Muchos ánimos y mucha suerte.
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