sábado, 17 de mayo de 2014

Ese lugar donde todo se esconde

Ilustración de Paula Bonet
 
 
Se sabe de memoria la curvatura de mis pechos, la convexidad de mis labios, la distancia a la que se pierde mi mirada. Es capaz de memorizar el contoneo de mi cadera, el sonido de mi ausencia, la forma de mis uñas clavadas en su espalda. Puedo no decir nada y el con movimiento de mis pupilas conoce mis pensamientos. Aprecia mi silencio, la ausencia de palabras y el torrente de historias desencadenadas que aparecen ocasionalmente por mi boca. Conoce dónde se esconden mis escalofríos, mis pérdidas y mis trofeos. Es paciente con mis causas perdidas que me niego a dejar marchar y un poco, pero tan poco que casi ni se nota, menos cabezota de lo que ya soy.
 
Y lo quiero todo. Le quiero todo. Más allá de lo que se puede abarcar con mis brazos medio abarcables. Y hemos alcanzado tanto, que a veces me dan ganas de gritar al mundo "TOMAD, OS LO DEJO PARA QUE LO CONOZCAIS PORQUE ES UNA LÁSTIMA QUE NO OS TOPÉIS NUNCA CON ÉL" y entonces caigo, y pienso, que nadie sabrá la temperatura de sus pies en la cama, ni dónde besarle para que exclame tu nombre en tu oído, qué dice su mirada cuando se levanta de la silla de terciopelo donde trabaja, ni qué esconde su sonrisa. Lo bonito que es por dentro, ese mundo interior tan gratificante, intenso, inmenso y desbordante de magia y amor que tiene y que no suele mostrar pero que cuando te asomas, te deslumbra, te apasiona, te enloquece, te engatusa...
 
Y entonces pienso, lo fácil que es quererle un poco, simplemente viéndole desde fuera, y la suerte, la suerte de mi vida, la más maravilla de todas, que ha sido esto. Querernos. Por fuera y por dentro.